Homo videns. La sociedad teledirigida
Giovanni
Sartori, Taurus, Madrid, 1998.
Los
medios audiovisuales invaden paulatinamente la cultura contemporánea
condicionando en igual medida la futura. Las estadísticas revelan que cada vez se leen menos libros y
se compran menos periódicos. Como consecuencia de ello, los mass media
-televisión y radio, principalmente- se convierten en la única,
principal y casi exclusiva fuente de formación e información de la ciudadanía. Irrumpe también, con mucha fuerza, un nuevo medio
de comunicación, Internet, y las
posibilidades que se nos ofrecen desde la cibernética. ¿Cómo será la sociedad audiovisual y cibernética?
¿Cuál es la cultura que se está desarrollando actualmente?
El
politólogo y ensayista italiano, Giovanni Sartori, profesor de las Universidades
de Florencia y Columbia, retoma sus tesis sobre los efectos de la televisión y
hace, en su nueva obra, Homo Videns. La sociedad teledirigida, un análisis de la influencia de la televisión y de la
cibernética en la sociedad actual. Intenta dar respuesta a los interrogantes de
futuro que plantea el nuevo esquema de comunicación social que se está
configurando actualmente. Un sistema dónde predominan los individuos
solitarios, la comunicación es cada vez menos personal, la televisión se convierte en el vehículo
universal de transmisión de información, desde los países más poderosos hacia
todo el planeta, y aparece un nuevo elemento comunicacional: las redes de
comunicación cibernéticas. De las que todavía se desconocen las consecuencias,
tanto en la educación como
en la intercomunicación de las personas, así como de sus diferentes
utilizaciones.
El autor
de Teoría de la Democracia y Elementos de Teoría
Política, entre muchas otras obras y escritos, es tajante en sus convicciones.
En su crítica al poder de la televisión y de la
cibernética, niega las posibilidades de la información audiovisual como fuente
de formación. Ésta anula la posibilidad de hacer abstracción de los conceptos
aprehendidos y de configurar nuevas ideas, postulados y proyectos. Anula la capacidad de reflexión del ser humano.
La cultura, por tanto, se vuelve superficial, con abundancia de imágenes pero
escaso contenido. La sociedad, por tanto queda, a juicio del politólogo, en
manos del poder audiovisual.
Respecto
de Internet, la otra herramienta comunicacional, ya real pero con una gran
proyección de futuro, duda seriamente sobre la posibilidad de que pueda ser
utilizada como vehículo cultural. Ve la todopoderosa red reducida
a un mero instrumento de diversión, destinada a los hobbies o, en todo caso,
con alguna utilidad práctica -fundamentalmente administrativa-.
Arremete contra los teóricos defensores de un mundo futuro basado en las redes
cibernéticas, rebatiendo las teorías de los hoy muy en boga, Nicholas Negroponte y
Luis Rossetto, entre otros. En último caso, se decanta a favor del triunfo de
la televisión sobre internet, como instrumentos de comunicación social de masas.
A partir
de estas cuestiones, teoriza sobre las posibilidades de los medios
audiovisuales tanto para informar como para crear o contribuir a transmitir la
opinión pública. Sartori niega a la televisión cualquier posibilidad de
transmisión de una opinión pública real, en tanto en cuanto, según el
intelectual italiano, son los propios medios audiovisuales los creadores de las
diferentes corrientes de opinión, que luego se encargan de presentar cómo la
opinión de una/s determinada/s sociedad/es. Por otra parte, no es menos
favorable a concederle al medio televisivo unas mínimas posibilidades
informativas. Califica a la televisión de reduccionista, porque coge una
realidad determinada y la simplifica y reduce al máximo para transmitirla. Y
utiliza dos términos para definir el medio: "subinformación", en
tanto que los mensajes son extremadamente resumidos y simplistas, y
"desinformación" porque, a menudo, se utiliza para dar una
información "amañada", de acuerdo con las convicciones de los que
ostentan el poder, y también en función de lo que éstos desean transmitirnos.
Ante este
panorama, ¿cómo actúa la televisión en un sistema de democracia? El análisis de
Sartori señala dos cuestiones o aspectos principales: por un lado, la
desaparición de los partidos como base sustentadora de una política
determinada, poniendo los ejemplos norteamericano -donde el sistema de partidos
es muy débil- e italiano -Silvio Berlusconi se hace con el poder sin tener un
partido fuerte que lo apoye pero tiene, eso sí, uno de los grupos de comunicación más fuertes del país-; por
otro, en la televisión se dejan de vender idearios políticos, ahora lo que se
vende son personas, imágenes. Se pasa, además, a una nueva forma de hacer
política, influenciada por el poder de los medios de comunicación. Un ejemplo
de esto, a juicio del autor, sería el caso de la intervención de Ronald Reagan
en el Irangate, después de que la sociedad norteamericana contemplara el dolor
televisado de los padres de los rehenes.
Mientras
tanto, la información en manos del pueblo es cada vez más pobre, a la vez que a
la sociedad se le pide más participación y se produce el tránsito de una
democracia representativa a una directa. Pero, ¿cómo se puede opinar y
participar sin tener un criterio previamente formado? O mejor, ¿qué tipo de
participación se pide cuando existe un criterio, pero alimentado al amparo de corrientes de opinión pre-configuradas a
través de los medios de comunicación dominantes? Como
ilustrativo, el autor italiano recoge un dato: en occidente las personas políticamente
formadas o interesadas en la materia son entre un 10 y un 25 por cien. Las que
realmente tienen competencia se reducen a entre un 2 y un 3 por ciento.
El cuadro
descrito por Sartori es desolador. Sin solución, a éste le resulta imposible
encontrar una fórmula que redima la televisión. Las tesis que sostiene con
convicción a lo largo de su último libro, se condensan en las siguientes
líneas: "Mientras la realidad se complica (…) las mentes se simplifican y
nosotros estamos cuidando a un video-niño que no crece, un adulto que se
configura para toda la vida como un niño recurrente (…) Nos encontramos ante un
demos debilitado, no solo en su capacidad de tener una opinión autónoma sino
también en clave de pérdida de comunidad".
Se crea,
de este modo, una "multitud solitaria", una "soledad electrónica", dirigida por los que tienen el poder
televisivo. Se anula el valor del medio como instrumento democrático. La
sociedad deriva entonces hacia una era de "post-pensamiento", de
pérdida de la capacidad de pensar. Para Sartori es una situación comparable a
la Baja Edad Media. Y de la cual vaticina que será muy costoso retornar.
Es esta
una reflexión interesante y original -algo a lo que nos tiene acostumbrados el
autor- sobre la influencia del que se ha dado en llamar el "cuarto
poder" en el desarrollo de la cultura contemporánea, aunque su
conclusión constituya la negación casi absoluta de los posibles valores
formativos del medio audiovisual.
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